jueves, 7 de noviembre de 2013

ME ENAMORE DE UN CHICO QUE DECIDIO SER SACERDOTE


¡Cuántas historias de amor! Aprovecho este espacio para descargarme. Lo que me pasa es que me he enamorado de un chico desde el primer momento en que lo vi. Íbamos a la misma universidad pero no compartíamos ninguna clase. Una de mis amigas había hecho amistad con él en los recreos y empezamos a vernos así. Sólo a veces nos cruzábamos y nunca tuvimos tiempo de charlar, sólo nos saludábamos. “Hola, ¿qué tal tu día?” “Bien, ¿y el tuyo?” “También”. Eso era todo lo que llegamos a decirnos.

Cada vez que lo veía me perdía en sus ojos, tan transparentes, tan hermosos. Era el chico que había esperado toda mi vida, nunca me había pasado lo mismo con alguno de los chicos que me habían atraído antes. Nunca tuve una relación de noviazgo ni nada por el estilo, soy una virgen de 25 años que jamás ha besado a un hombre en los labios. Muchos me jactan de monja, y es que en realidad sólo me falta el hábito y un rosario en la mano. Pero no he sentido nunca ese “llamado” para serlo, además voy como dos veces al año a la iglesia y eso de confesarse con una persona no me parece necesario, puesto que creo que basta con disculparse ante el mismísimo Dios, y con verdadero arrepentimiento. Pero eso no viene al caso.

Resulta que este chico adorable y como si fuera poco, muy bello físicamente, no era de mi ciudad. Había llegado desde un pueblo muy, muy alejado sólo para estudiar en la universidad, como les pasa a muchos que no tienen universidades en sus pueblos natales. Yo nunca sentí de parte de él que yo le atrajera, aunque me pasaba el rato mirándolo y haciéndole ojitos cada vez que lo veía. Él era realmente adorable, único. Pero era amable con todo el mundo, y no me trataba a mí de manera diferente. Y en el poco tiempo que convivimos en aquellos fugaces minutos de recreo, me quedé completamente loca por él. No veía la hora de dejar el aula para buscarlo, cosa que era difícil porque el edificio era muy grande y con muchos pisos. Y me quedaba estúpida cuando hablábamos, casi no me salían palabras de la boca, no sabía qué decir, sólo me quedaba perdida en sus hermosos ojos azules.

Y terminé la universidad. Me recibí y no fui nunca más. No tenía forma de comunicarme con él hasta que apareció su cuenta en el bendito Facebook. Lo agregué como amigo y comenzamos a hablar por ahí. Y cada cosa que me decía me enamoraba más, teníamos tanto, pero tanto en común, ¡algunas cosas hasta me asustaban por las coincidencias! Yo pensé que éramos el uno para el otro y que la distancia no podría ser un obstáculo entre nosotros. Podíamos viajar todo el tiempo, a mí me gusta viajar y a él también, no había problema ya con eso. Había planeado mi vida con él en mi cabeza, boda, niños, una familia feliz como siempre soñé. Hasta que un día todo cambió.

De repente desapareció del Facebook, único medio por el que nos comunicábamos. Yo sabía que era muy solidario, que le gustaba ayudar a la gente y que era creyente, pero jamás imaginé que querría ser sacerdote. Y le seguí escribiendo, pero ya no contestaba. Veía los comentarios de sus hermanos que le escribían cosas como “Suerte en este nuevo camino que comienzas”, cosas del estilo. Y me quedé esperando, aún sabiendo que estaba en el seminario, que me contestara, y aunque sea me contara cómo fue que de un momento a otro decidió ir por ese camino. Pero nunca me contestó.


Todavía está en el seminario y creo que no cambiará de parecer. Esperaba que fuera una prueba que se estuviese haciendo a sí mismo para ver si quería seguir ese camino, pensé que tal vez lo dejaría y que yo podría seguir con mi conquista, pero el tiempo pasó y no volví a saber de él.

Comprendo ya que no puedo seguir así. Pensé en escribirle una carta en papel y enviársela por correo tradicional, contándole lo mucho que lo extraño, pero encima él me ha ignorado por completo, creo que hasta se ha olvidado de mi, porque nunca sintió lo mismo por mi.

Es una pena, y me pone muy triste tener que olvidarlo, y además es que no puedo, es muy difícil, siento que me persigue su sombra adonde quiera que vaya, veo señales, como el nombre de su pueblo en el cartel de algún negocio o que lo digan justo cuando enciendo el televisor, incluso su propio nombre me persigue, es muy difícil para mi este amor imposible.

Pero tendré que olvidarlo, no me queda más remedio, además no podría seguir intentando conquistarlo, yo respeto mucho a Dios, y si él eligió ese camino, también debo respetarlo, por mucho que me duela.

Que más da. Esa es mi historia, tal vez parezca muy estúpida, porque sólo yo me he enamorado. Él ni siquiera debe recordar que existo a estas alturas, pero siempre estará en mi corazón y lo recordaré como uno de los más grandes amores de mi vida, porque así lo he sentido.

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