viernes, 25 de octubre de 2013

AUNQUE PAUL YA NO ESTE AQUI, JAMAS LO OLVIDARE


Yo conocí a un chico llamado Paul. Él era muy lindo y buena onda. Me trataba super bien y siempre estaba al pendiente de mí. Empezamos a ser amigos cercanos y luego salíamos al cine, a comer y a lugares, total, eran citas. Fue cuando en serio caí enamoradísima de él y sentí que se dió cuenta. Me dijo que me amaba con todas sus fuerzas y que desearía mucho poder ser mi novio y vivir conmigo, darlo todo por estar conmigo, tener hijos y casarse conmigo.

Le pregunté porque el “desearía” y me enteré de que tenía un gran tumor en un riñón y que pronto moriría. Me dijo que quería pasar conmigo el resto de su vida, que aunque quedara poco, nunca me abandonaría.

Entonces una noche, regresando de una de sus últimas fiestas, tuvimos sexo. Fue una de las noches más maravillosas y deliciosas en mi vida, algo que jamás olvidaré. Lo repetimos cada día, porque le quedaba cada vez menos. Yo solo oraba porque viviera más, lloraba y sufría por no haberlo conocido antes. Sentir su cuerpo unido con el mío fue como estar en el paraíso, sin limites ni reglas.

Comenzó a faltar a clases, rara vez contestaba mis mensajes y mis llamadas, y poco a poco dejé de saber sobre él. Le pregunté a sus padres qué sucedía y me dijeron que estaba por morir, con lágrimas en los ojos.

Fui a verlo a la clínica, estaba muy desgastado y apenas me reconoció. El doctor me explicó que moriría pronto a menos de que encontrara un donante. Entonces, me recorrió por la mente la idea de donarle mi riñón. Le pregunté al doctor si había una posibilidad, me hicieron exámenes y salió positivo. 

Un día antes de nuestro transplante, él murió. Se me desgarró el corazón, me moría. Esa noche, pude hablar con él. Me dijo que pasara lo que pasara, me agradecía muchísimo todo lo que hice por él, lo que sentía por él era mutuo. Me dijo que era lo mejor que le había pasado en su corta vida y que algún día, nos volveríamos a ver. Me dijo que esperaba que ese día no fuese pronto, porque deseaba que yo viviera mi futuro, un largo futuro. Que tuviera hijos, que tuviera a mi príncipe azul y que fuera feliz.
 
Yo le dije que era incapaz de olvidarme de él y seguir como si nada. Entonces el se quedó callado. Una lágrima recorrió su mejilla. Entonces, me dijo que fuera felíz, que nada ni nadie me detuviese. No quería ser la causa de mi tristeza ni el por qué no viví mi vida. Quería que siguiera adelante, como si no lo hubiese conocido de tal manera. Pero que jamás lo olvidara. Entonces me abrazó y me besó como nunca. Juraría que duró años ese beso, estaba tan enamorada y asustada…

Ahora, que ya pasaron doce años, comprendí que el tiempo era la única cosa que podía sanar las heridas que provocó el amor, además de que era el único que podía comprenderlo. Y aunque Paul ya no esté aquí, jamás lo olvidaré. Yo tengo a mi esposo, que amo demasiado pero jamás será como Paul. Y el me comprende y me justifica, no me juzga. Tengo a mis dos hijos, Natalia y Rodrick. Sé que Paul ahora está en un lugar mejor, y también sé que el está acompañandome siempre en cada acción que realizo, en cada instante. Y cuando nos volvamos a ver, yo seré la mujer más feliz del universo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario