sábado, 5 de octubre de 2013

HISTORIA DE JUANA


Juana tenía solo dieciséis años cuando la ruptura de un aneurisma se la llevó de esta vida mientras se duchaba para encontrarse con Esteban, un chico de su edad que vivía en su mismo edificio y al cual conocía de toda la vida.

Las familias de ambos se habían mudado al barrio a finales de los setentas con solo una semana de diferencia y solían reunirse para conversar los domingos en el parque frente al edificio. En los más lejanos recuerdos de ambos siempre estaban juntos haciendo esta u otra cosa… Incluso en el colegio donde ambos estaban se juntaban en los recreos para pasar el rato y compartir sus alimentos… Eran dos hijos únicos que compartían un pequeño mundo de confianza y vivencias comunes… Casi como hermanos…

Fue tal vez por eso que cuando los padres de Esteban se divorciaron y él se quedó con su madre en el edificio, Juana fue su paño de lágrimas y la voz que con temprana madurez le decía que todo iría bien… Aunque no fue realmente así…

Al poco tiempo su padre desapareció de sus vidas y su madre perdió el trabajo, así que no les quedó más remedio que alquilar el departamento y mudarse con la abuela al extranjero…

Con la inocencia de sus 10 años se dijeron adiós prometiendo escribirse seguido, lo cual hicieron durante casi medio año, hasta que el tiempo y las vicisitudes de la vida interrumpieron el contacto…

Y así pasaron seis años… Casi toda la secundaria para ellos… Con nuevos amigos e historias y esperanzas diferentes para el futuro…

Un día el camión de mudanza se detuvo frente al edificio cuando Juana regresaba del colegio. Mientras subía las escaleras vio que las cajas eran llevadas al departamento donde años atrás vivía Esteban… No era nuevo para ella… En ese tiempo por lo menos 5 inquilinos diferentes habían ocupado el predio…

Pero esta vez había algo diferente, porque cuando llegó al tercer piso lo vio a él… Había crecido y su rostro era un poco diferente, pero sus ojos cafés eran iguales a como los recordaba… Él no la saludó, pasó a su lado como si no existiera. Ni siquiera volteó a mirarla… ¿La había olvidado? Ella no supo al principio cómo reaccionar… Su recuerdo era tan lejano… Siguió subiendo un piso más hasta su departamento… Se encerró en su cuarto y repasó las fotos de un viejo álbum que guardaba en su repisa…

Por su parte, Esteban subió nuevamente la escalera con una caja… Todavía no sabía cómo saludarla… Era Juana, se acordaba de ella, pero la antigua confianza había desaparecido…

Una semana después ambos bajaron a la misma hora a comprar el pan para el lonche. Esta vez sí se saludaron con un movimiento de cabeza… Una noche la madre de Esteban había visitado a los padres de Juana y los tres recordaron mejores épocas… Entonces hablaron de sus hijos y que sería bueno que se juntaran de nuevo…

Aunque al principio la timidez de él limitó su conversación a monosílabos al rato empezaron a conversar de lo sucedido durante aquellos años… Y así cada día bajaban a la misma hora para comprar el pan con el beneplácito de los padres de ambos… Y aunque la complicidad reapareció con el transcurrir de los días, esta vez ya no se veían como hermanos…

No es que a ella le faltaran pretendientes. Se aproximaba la fiesta de carnaval más importante del verano y ya había recibido tres invitaciones diferentes…

Pero algo en su corazón le decía que  Esteban era el indicado para acompañarla… Solo que él no se decidía a pedírselo… Era corto de palabras, pero Juana estaba segura de sus sentimientos por ella…

Entonces tuvo que tomar medidas radicales y cuando solo faltaba un día para la fiesta, ella le pidió a él que la acompañara… Se había arriesgado a asistir sola por esperarlo… Pero tuvo su recompensa porque él respondió emocionado que nada lo haría más feliz que estar con ella…

Era extraño, aunque solo se había visto unas semanas desde que él había regresado al edificio, ella pensaba que al día siguiente, finalizada la fiesta, Esteban le daría el primer beso de su vida…

Por eso se preparó emocionada… Tenía el vestido y los zapatos perfectos… Solo hacía falta un duchazo para vestirse y estar lista para él… Pero Juana no salió del baño…

Mientras se alistaba para pasar por Juana, Esteban escuchó los gritos que venían del piso superior… Algo definitivamente estaba mal… Y esos gritos fueron el recuerdo que lo acompañó cuando se fue a estudiar el extranjero un tiempo después…

Casi veinte años más tarde, él regresó al edificio divorciado y con dos hijas pequeñas para vivir con su madre… Ella había envejecido, pero se alegraba de tener a alguien a quien cuidar luego de pasar tanto tiempo sola…

Esteban quiso saludar a los padres de Juana, pero se llevó una desilusión al enterarse de que se habían mudado… Sin embargo, el departamento de arriba permanecía vacío. Su madre le contó que no habían podido venderlo ni alquilarlo por los ruidos que siempre se escuchaban ahí y al tiempo decidieron solo dejarlo como estaba… Ella tenía una llave para vigilarlo de vez en cuando, pero no le apetecía visitarlos muy a menudo, pues siempre sentía que era observada mientras estaba ahí…

Pasaron casi dos meses antes que él sucumbiera a la curiosidad y pidiera a su madre la llave para visitar el departamento… Era una tarde de domingo, plácida y silenciosa…

Recorrió todas las habitaciones, incluyendo el baño donde Juana había muerto, dejando para el final su habitación…

La puerta estaba entreabierta y pudo ver que aún conservaba los muebles y la cama, así como sus artículos  personales, incluso una foto de ambos cuando eran niños que estaba pegada en la puerta del armario de la habitación… Se quedó un rato sentado y recordando con una sonrisa en los labios y un par de lágrimas en los ojos…

Así llegó la noche y recordó que tenía que recoger a sus hijas de la casa de una amiga donde las había dejado…

Cerró la puerta del departamento y al bajar al rellano entre el tercer y cuarto piso, donde se siempre se encontraban antes de comprar el pan del lonche, sintió una presencia a su lado… ¿Sería Juana que lo había estado esperando todo este tiempo o solo una ráfaga de viento en las escaleras?…

Fue entonces cuando sollozando recordó que nunca le había dicho que la amaba…

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